La música de la canción había surgido en la cocina del departamento de la calle Espejo en Mendoza. En el cuarto de al lado, todavía dormía una mujer que no estaba a mi alcance, pero lo había estado. Aquella misma noche se cantó la melodía con una estampada letra en lenguaje símil inglés en un bar donde vendían comida española. Después vino una fiesta bajo el sol lleno de señoritas con los pelos más sucios y hermosos que haya visto;
Jona Muh tocando, bocas secas, mates, sedas, montañas y una letra que se "coló" (como lo haría el último invitado al paraíso) sobre lo que había.
Las instancias del vídeo, se explican suponiendo los delirios oníricos-lisérgicos de un niño manejando una cámara (Francisco Julián) y la aparición azarosa de dos seres importados desde un mundo mejor dispuestos a jugar a algo que aún no existe bajo la dirección de un albañil ansioso por terminar una pared.
Fe de las ratas
Las más bellas metáforas de la canción: "ojos de burbuja" y "manos de miga" no me corresponden por inspiración, sí por justicia (nunca divina). Sus creadores nunca se animarían a reclamarlas...
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